Oliver, el simio que revolucionó el origen del hombre

Origen del hombre. Chimpance erguido caminando a dos patas

Oliver, el chimpancé erguido

La primera vez que el chimpancé Oliver apareció ante mis ojos caminando erguido quedé fascinado. Nada más verlo me dije que, fuera lo que fuera aquel simio, encerraba un gran secreto.

Oliver fue un chimpancé único en el mundo y en la historia de la humanidad. Descubierto a mediados del siglo XX, poseía unos rasgos y un comportamiento que se acercaban mucho al de los humanos. Caminaba erguido con total naturalidad y, lo más importante, lo hacía de manera habitual, por instinto. Era muy raro que lo hiciera a cuatro patas y esto desde los cuatro o cinco meses de edad. No había que forzarle, enseñarle o premiarle para hacerlo, Oliver, simplemente, lo hacía. Con sus piernas completamente rectas, caminaba o corría perfectamente estable sin siquiera darse cuenta de lo que estaba haciendo, como lo haría cualquier ser humano. (Link 1 abajo) Como un niño que llega un día en que trata de erguirse por sí mismo y dejar de gatear.

Podemos descartar el simple entrenamiento, puesto que de ser así hoy veríamos a innumerables chimpancés caminando de la misma manera que Oliver y en los circos serían algo habitual. Sin embargo, ninguno lo hace, no son capaces, no como Oliver. He visionado decenas de vídeos de chimpancés y bonobos caminando a dos patas en estado natural y en cautiverio y puedo afirmar que Oliver fue totalmente único. Además de esta notable característica, sus rasgos morfológicos eran más estilizados y su falta de pelo en la cara y cabeza, junto a sus pequeñas orejas pegadas aun lo hacían más similar a nosotros. Para colmo, era extremadamente inteligente y cercano con los humanos y su cultura, de hecho sus congéneres lo rechazaban.

Rápidamente la prensa, los científicos y el público en general quisieron ver en él un híbrido de simio y humano. Demasiadas influencias de autores de ficción posiblemente. Eso le llevó a convertirse en un juguete al que había que mostrar como algo diferente.  Así lo tuvieron durante años como un espectáculo de feria recorriendo teatros y platós de todo el mundo, hasta que finalmente, acostumbrados quizá a sus proezas y sin haber podido demostrar su origen híbrido-humano, sin la carga del morbo a sus espaldas, poco a poco, lo olvidaron.

De ese modo, entre la ciencia elitista, los valores morales, la religión, la codicia, los celos profesionales, las suspicacias entre personas y, en definitiva, la estupidez humana, Oliver acabó, tal y como acostumbramos a tratar a nuestros hermanos simios, sin importarnos que sean un 98% idénticos a nosotros: en una jaula de dos metros cuadrados en un laboratorio de experimentación. Allí permaneció confinado, inmóvil, sin salir, como en una prisión de la edad media, por siete largos años. Inhábil para ejercitar sus piernas encogidas.  Cuando lo rescataron y pese a la falta de entrenamiento se irguió naturalmente y comenzó a caminar estirado a dos patas.

Eslabón perdido

Al margen de la insensatez humana que arruinó posiblemente lo que fue el descubrimiento más importante de la historia de la paleontología, algo único e irrepetible, Oliver fascinaba. Se movía erguido no como sus congéneres por unos segundos para vadear un rio, con las caderas y rodillas flexionadas y titubeantes, lo hacía de manera natural, continua y estable, con los hombros hacia atrás y la cadera y piernas rectas.  Como un humano y no un simio. Seguramente si hubiera tenido descendencia alguno de sus genes diferentes hubiera pasado a la nueva generación.  Con él tuvimos frente a nuestras narices lo que los antropólogos han codiciado durante siglos, y que a día de hoy confiesan que todavía es un misterio: El primer simio-homínido.  Pese a todo, ninguno le dio la importancia que tenía.

Erguido, el chimpancé Oliver, en pleno siglo XX, nos mostró como una simple subespecie de simio puede llegar a conseguir de manera natural bajar de los árboles y levantarse en la sabana, y no solo eso, sino, a partir de ahí, caminar siempre a dos patas. Si me preguntáis os diría que sí, que para mí fue como el eslabón perdido primigenio entre los animales y el hombre, como el primer ser humano. La pieza más extraordinaria en el rompecabezas de nuestra evolución. Algo que nos indica que el universo trata continuamente por ley natural de alcanzar la conciencia.

Y el universo nos lo regaló en vivo de manera gratuita, hablando con sinceridad como suele hacer si supiéramos escuchar sin prejuicios. Nos dio la pista de cómo una pequeña mutación puede desencadenar un gran salto evolutivo, que un pequeño paso para los primates puede convertirse en realidad en un gran salto para la evolución de los homínidos.

Sin embargo, los científicos lo apartaron y prefirieron seguir desenterrando huesos en Africa, cada vez más incapaces de asegurar si el eslabón perdido fue un simio que comenzó a caminar más o menos de continuo o fue un homínido que abandonó los árboles por completo para solo andar a dos patas. Las siguientes imágenes del documental: The First Human (Link 2 abajo), reflejan muy bien la confusión:

Origen del hombre:
1) Simio – Homínido erguido
2) Simio erguido – Homínido

Tenemos a Lucy, el australopiteco, sí, pero ni siquiera ella escapa a la polémica. ¿Por qué? Porque no la vimos caminar como sí en cambio vimos a Oliver. Oliver es la única referencia real que tenemos, y posiblemente que tendremos jamás, es la Lucy viva de nuestra evolución, para mí sin duda un humano primigenio.

Conclusiones

Estoy convencido de que la mutación de Oliver pudo ocurrir hace millones de años de la misma forma en un simio de similares características para dar paso a la rama genética que finalmente desembocó en el Homo sapiens.

Se concluyó que en su ADN había ciertas diferencias con respecto a sus cogéneres. Sin embargo y extrañamente, falta un estudio más exhaustivo y pormenorizado para detectar cuáles de esos genes eran diferentes y profundizar en las mutaciones que poseía. Parece que descartar que fuera algo más que un chimpancé era la única meta. Está claro que nos hubiera ayudado mucho a aislar comportamientos únicos, y quién sabe si el gen del bipedismo por ejemplo.

Me gustaría, no obstante, que este artículo no sirva únicamente como reprimenda a nuestra forma de actuar, sino que sea más bien un homenaje a este prodigio de la naturaleza, a un ser único y extraordinario, un ser vivo inteligente al fin y al cabo, con sentimientos muy parecidos a los nuestros, que ojalá algún día sea reconocido y sirva para hacernos retomar el camino. Del mismo modo me gustaría reconocer  a todas aquellas personas que trataron de darle una mejor vida a lo largo de sus años, que supieron ver en él lo que era y que por tanto lo respetaron.

Para terminar, un deseo, ahora que estamos comenzando una nueva década: que una de las profecías de Juan de Jerusalén, el templario, hace mil años, se cumpla algún día de este siglo. «Llegados plenamente al año mil que sigue al año mil, el hombre sabrá que todos los seres vivos son portadores de luz y que son criaturas que deben ser respetadas»; Va por el futuro Homo sapiens y su nueva revelación, aquella que nosotros como seres de una edad media primigenia no somos capaces de ver todavía…

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(Link 1) Vídeo sobre Oliver caminando erguido min 2:20: https://www.youtube.com/watch?v=Z-nGos3E-R4

(Link 2) Documental The First Human (foto origen del hombre)
en inglés: https://www.youtube.com/watch?v=vJybfmbrOCE

2 respuestas a “Oliver, el simio que revolucionó el origen del hombre”

  1. Me parece un artículo muy interesante, la mayoría de las personas no tienen ni idea, igual que yo. Se perdió un tiempo magnífico para el estudio de sus diferencias y de las similitudes con los humanos.

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